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TAFALLA

Tafalla, «la flor de Navarra», crece a orillas del río Cidacos cuyas aguas riegan las productivas huertas que la caracterizan. Asciende hasta el cerro de Santa Lucía en estrechas calles jalonadas por edificios monumentales que nos cuentan la importancia del pasado histórico de esta localidad.

Entre ellos la iglesia de Santa María, de origen medieval, cuya actual fábrica es de los siglos XVI y XVII. Guarda en su interior una de las joyas del Romanismo navarro, el retablo mayor, una de las obras más importante del maestro Juan de Anchieta. Conserva también la talla milagrosa de San Sebastián. El mismo proceso de formación sufre la iglesia de San Pedro, de estilo Reyes Católicos, reformada en el siglo XIV y ampliada en el siglo XVI.

Destacan otros edificios religiosos como la ermita de san Nicolás, de estilo protogótico con influencia del Cister o el antiguo convento de los capuchinos del siglo XVIII, actual Iglesia de los Escolapios. El Convento de Concepcionistas Recoletas, encargo testamentario de la condesa de Gendulain en el siglo XVII a cuyo palacio está unido por un arco, mantiene una de las obras más importantes del Manierismo de Navarra.

Sorprenden los excelentes palacios como el mencionado de los Condes de Guendulain o de Mencos, el del Marqués de Feria, y el de Sosierra.

En algunos planos, en testimonios antiguos y en el recuerdo queda el Palacio Real de Navarra que construyó Carlos III el Noble como residencia veraniega de la Corte. Cuenta la leyenda que estaba comunicado con el de Olite por medio de unas galerías subterráneas. Su lugar ocupa la actual Plaza de Navarra y el edificio del Ayuntamiento.

Desde 1418 Tafalla celebra su Feria de Febrero, privilegio que le otorgo el rey Carlos III, quién tanto quiso a esta ciudad a la que convirtió en una de las más prestigiosas. A esto se le suma su situación estratégica de cruce de vías comerciales, dotándole de una función comercial que todavía hoy mantiene.