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Historia de Olite

LOS JUDÍOSTorah

La Rúa de la Judería, la conservación de parte del libro sagrado de «La Torah» y numerosa documentación son testimonio del pasado judío de Olite.

A lo largo de la Edad Media está documentada la presencia de la comunidad judía en Olite perteneciente a la aljama de la Val de Funes. No era una comunidad numerosa, como las de Tudela o Estella, estaba formada por 14-18 familias. Disponía de su propio barrio, «la judería», en el cerco de dentro, y está documentada la existencia de una sinagoga.

La judería se encontraba junto al Palacio Real y los judíos siempre mantuvieron buenas relaciones con los monarcas. Fue una comunidad influyente y a ella pertenecieron artesanos, comerciantes, viticultores, recaudadores, prestamistas y médicos.Rua de la Judería

Algunas familias permanecen en Olite durante generaciones, pero también encontramos judíos que vienen de otros lugares de Navarra, Castilla e incluso varios franceses a causa del éxodo de mediados del XIV, concretamente de Provins (Champagne).

Los nombres de Abendavid, Benquis, Fallaquera, Amueldano… están asociados a familias judías de Olite.

Testimonio de su presencia es el texto sagrado de la Torá conservada en el Archivo Municipal. El texto conservado corresponde a lo que en la Biblia se puede leer desde Números 33:9 hasta Deuteronomio 1:8.

Bibliografía:

«La Torá de los judíos de Olite».
Archivo de Filología Aragonesa. XXVIII-XXIV.
Institución «Fernando el Católico». Dip. de Zaragoza 1981.
Juventino Caminero y Ricardo Cierbide.

ORDEN DE SAN ANTONIO ABAD

«Hospitales y Casas que están debaxo de la obediencia de la Preceptoría General de San Antonio de Olite, ilustrísima, por ser Encomienda Mayor de los Reynos de Navarra, Aragón, y Valencia, con las Islas de Mallorca, y Menorca, Principado de Cataluña, y Condado del Rosellón, y Cerdeña, …» (Blas Antonio de Ceballos 1685).Casa hospital

La orden de San Antonio Abad, o de San Antón, tiene su origen en Francia en el siglo XI y nace con una finalidad de atención hospitalaria a los afectados del «fuego sacro, o «mal de San Antón».

La expansión de los Antonianos en la península Ibérica tuvo lugar desde mediados del siglo XII. Las casas o encomiendas que fueron creándose se agruparon bajo la dependencia de dos casas mayores o Preceptorías Generales: la de Castrojeriz que comprendía 23 casas del reino de Castilla y tierras sureñas conquistadas a Al-Andalus (Extremadura, Murcia y Andalucía) y una en México, y la de Olite que comprendía las casas del reino de Navarra y la Corona de Aragón.

La Encomienda o Preceptoría General de Olite comprendía 14 casas: Olite, Pamplona y Tudela (Navarra); Zaragoza, Calatayud y Huesca (Aragón); Valencia; Barcelona, Cervera, Lleida, Tárraga y Valls (Cataluña); Perpignan (Francia) y las de Palma de Mallorca y Menorca.

LOS ANTONIANOS EN OLITE (h. 1260 – 1787):

Desconocemos el momento de la erección de la Casa, Monasterio y Hospital olitense y el motivo de erigirse como Preceptoría general. A mediados del siglo XIII Olite era una pujante villa del reino de Navarra de 5.000 habitantes, sede real y privilegiada con ferias en 1267 por el monarca Teobaldo II de la casa de Champaña (Francia).

El convento de Olite desempeñó un protagonismo destacado dentro de la Orden. En él residía el Preceptor General de San Antón, se celebraron diversos capítulos generales, el Preceptor ejercía el derecho de visita en su jurisdicción y siempre se mantuvo en actividad con una pujanza económica importante. Durante la Edad Media se mantuvo bajo la autoridad de la casa de San Antonio de Vienne (Francia), para perder la tutela en la Edad Moderna a causa de la confrontación hispano francesa entre Carlos I y Francisco I.

El primer documento que atestigua la presencia de los Antonianos en Olite se conserva en el Archivo Parroquial de la iglesia de San Pedro y data de 1274; en él aparece como testigo de una carta de tributación Miguel Périz, comendador de la Orden de San Antón en Navarra. A partir de estas fechas son numerosos los documentos relativos al convento y a los monjes en los archivos de San Pedro, en el Archivo Municipal de Olite y en el Archivo General de Navarra. Estos archivos aportan información de las relaciones de los distintos organismos e instituciones con la orden, pero es una documentación externa. Desconocemos el paradero del archivo del convento que nos aportaría información sobre su funcionamiento, atenciones hospitalarias, organización, relaciones con otros conventos, etc.

Los antonianos disfrutaron de privilegios reales, a juzgar por la presencia de escudos regios, si bien no conservamos noticia alguna que relacione a los monarcas con las obras del convento. Los monarcas navarros Carlos II (1349-1387) y Carlos III (1387-1425) protegieron a esta Orden, «por la gran devoción y reverencia que sentía por el santo», asistían a funciones religiosas y entre otros favores y ayudas consta la remisión de tributos, la entrega de limosnas y la tradición de donar un cerdo en el invierno.

A pesar de no estar ubicado en las rutas principales del Camino, es muy posible que el convento de Olite acogiera a numerosos peregrinos a Santiago a su paso por tierras navarras, en particular a peregrinos europeos que provenían de regiones con presencia de casas antonianas.

En la Edad Moderna las Cortes del Reino concedieron a los Antonianos la autorización para pedir limosna por todo el reino. Era característico el campanillo que hacían sonar para ser reconocidos. Al igual que en otros reinos también disfrutaban el privilegio de criar cerdos a costa de los vecinos.

En Olite los monjes poseían casas en el barrio de Medios y diversas fincas de cereal, olivos y viñas en el término de la villa. También eran ganaderos y poseían un extenso rebaño de ovejas en el término de San Antón, y en el convento radicaba la sede local de la Mesta o Hermandad de ganaderos. Hasta mediados del siglo pasado perduró la tradición de dar dos vueltas con los animales de labor alrededor del convento el día de la festividad del santo (17 enero).  San Antonio

La devoción a San Antón no se limitaba al convento sino que era una de las devociones de la villa ya en la Edad Media, y en la iglesia de San Pedro disponía de altar propio. Hoy la imagen de San Antón forma parte del altar de Santiago. El día de la fiesta de San Antonio los vicarios y cabildo de las parroquias de Santa María y San Pedro, acompañados del regimiento (Ayuntamiento), tenían costumbre y uso inmemorial de asistir a las primeras vísperas y Misa del Señor San Antonio.

En España la orden fue extinguida mediante bula del Papa Pío IV en 1787, a petición del rey Carlos III, por no cumplir ya su finalidad principal, que era la hospitalidad. La orden estaba en decadencia y en el momento de la extinción en la Casa-Hospital de Olite (1791) residían un sacerdote y dos legos, más dos donados.

La disolución de la Orden y la posterior salida de los monjes supuso la dispersión, si no desaparición, de parte del patrimonio antoniano. Su pronta ocupación por las hermanas Clarisas de Pamplona en 1804 evitó el deterioro del convento y posibilitó la conservación parcial del legado antoniano.

Bibliografía:

«La orden hospitalaria de San Antonio en Navarra».
Cuadernos de Etnología y Etnografía Príncipe de Viana número 74 1999.
Ricardo Ollaquindia.

«La Orden de San Antonio en España».
ADECO-CAMINO Burgos 2007.
Marciano Martín Pérez.

GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

La Guerra de la Independencia supuso para la ciudad la quiebra económica, el comienzo de la enajenación de la propiedad municipal y la destrucción del Palacio Real de Olite, emblema de la ciudad y del viejo Reino.

El conflicto surgió en 1808 por el levantamiento armado popular contra la pretensión de Napoleón de instaurar en el trono de España a su hermano José Bonaparte en detrimento de Fernando VII, y convulsionó toda la Península Ibérica hasta 1814.

Olite fue protagonista directo del conflicto por su situación en el Camino Real y su significación como cabeza de Merindad, sufriendo a lo largo de seis años las desgracias que acarrean todas las guerras: alteración de la convivencia, pérdidas humanas, fractura social, quiebra económica y repercusiones posteriores.

Para algunos ilustrados la presencia e influencia francesa suponía la esperanza de unos cambios políticos, sociales y económicos por los que luchaban, sin embargo se vio truncada al convertirse en una ocupación y una guerra atroz. El Ayuntamiento, Veintena y Juntas nombradas para atender las «actuales circunstancias» de la guerra tuvieron que hacer frente, desde la fuerza e imposición ejercida por los franceses, de la labor municipal y atender a las continuas exigencias económicas y administrativas.

Los acontecimientos más trágicos son los que han perdurado en la memoria histórica: el fusilamiento de ocho vecinos el 10 de julio de 1811, por tener hijos en la División de Navarra, y la destrucción del Palacio Real por orden del general Espoz y Mina «a fin de tener expedita la carretera desde Pamplona a Tudela, y obviar que el enemigo pueda cobijarse». También hay que recordar al alcalde Don Juan Ignacio Rodeles ejecutado en las cárceles de Pamplona en agosto de 1811 acusado «por haber sido comisionado por Espoz y Mina para el cobro de las rentas de bienes nacionales».

Los recursos del Ayuntamiento eran limitados y se tuvo que repartir entre los vecinos las contribuciones en dinero, el apronto de víveres y otros suministros para las tropas, la aportación de caballerías para los transportes, las multas impuestas, etc, llegando a la necesidad de vender propiedades urbanas, tierras y corralizas, pérdida inestimable por lo que suponía de fundamento vital de ser del Ayuntamiento. No solamente se sufrió la presión e imposición de las tropas francesas, aunque en menor medida también hubo que aportar a la División de Navarra, a las tropas inglesas al final de la guerra y a las españolas posteriormente.

El clero sufrió también las consecuencias. Se pusieron en venta numerosos bienes de las iglesias y obras pías, los diezmos y primicias (trigo, vino, corderos, etc) se embargaron para el suministro de las tropas, se vendió parte de la plata, se destruyó parte de la ermita de Santa Brígida y murieron dos clérigos y otros sufrieron penas de destierro. Los padres franciscanos fueron exclaustrados, excepto dos, y el convento fue parcialmente destruido por orden de Espoz y Mina. Las hermanas clarisas permanecieron en el convento pero sus bienes también se vieron afectados.

La participación de olitenses en las partidas de guerrillas y en la División de Navarra después, fue numerosa y destacada, como es el caso de los hermanos Gurrea. Manuel Gurrea formó una de las primeras partidas que fueron surgiendo contra los franceses. Después estuvo bajo las órdenes de Mina el Joven y a su muerte fue uno de los que apoyaron el liderazgo de Espoz y Mina y se convirtió en uno de sus más fieles adictos. Estuvo al mando de un batallón de húsares. Varios voluntarios murieron en acciones de guerra.
«Los desastres de la guerra» que pintó Goya son justo reflejo de lo que supuso para numerosas localidades que, como Olite, sufrieron en primera línea el rigor de la guerra: el atropello de los derechos de una colectividad, el deterioro de la convivencia, la pérdida de vidas humanas, la necesidad de la venta de bienes comunales, la ruina de las economías familiares, la destrucción de su patrimonio artístico… Consecuencias que se arrastrarán y se agravarán a lo largo del siglo. La Guerra de la Independencia es el preludio de un siglo convulsivo y trágico para la historia de Olite: guerras civiles, pestes, plaga de la filoxera, crisis económicas, alternancia política, desamortizaciones … que tuvieron gran repercusión en su momento pero también en el devenir posterior de nuestra historia.

Bibliografía:

«Las postrimerías del Castillo de Olite».
(Novela histórico costumbrista ambientada en la Guerra de la Independencia).
Fr. Celso González 1915.
Reedición Asociación El Chapitel 2008.

TRABAJOS A CONCEJIL

Desde la Edad Media el Concejo de Olite se ha servido del trabajo de los vecinos para determinadas obras de interés general. La construcción de las murallas y su mantenimiento, el arreglo de puentes, fuentes y caminos, la limpieza del río y las acequias han sido tareas realizadas a «concejal», o «concejil», cuando las circunstancias lo requerían. Esta peculiaridad y costumbre perduró hasta la década de los 70 del siglo pasado.

Archivo Municipal de Olite. Libro de Actas 1813 – 1816.
22 de noviembre de 1814 Auto de Ciudad acordado para hacer ciertos reparos a concejal.

En la Ciudad de Olite y sala de su ayuntamiento a veinte y dos de noviembre de mil ochocientos catorce por testimonio de mí el escribano real infrascrito, hallándosen juntos y congregados los señores Don Manuel Navasqués y Landívar, Juan Ramón Leoz, Nicasio Suescun, Juan Antonio Escudero y Martín Baztán, regidores de la misma: Dijo Su Señoría que la última avenida del río Cidacos ha causado tan grabes estragos en puentes, puentecillas, fuentes y presas que de no atender al pronto reparo se está espuesto a experimentar superiores en mucho perjuicio de las rentas de Su Señoría y aun posesiones de sus becinos. Deseando pues ebitarlos ha hecho reconocer al profesor de Arquitectura Don León Gómez que por su declaración del día de aier manifiesta el modo y forma con que debería hacerse los reparos y que estos tendrán de coste seis mil trescientos sesenta reales fuertes. Deseando Su Señoría atender a la ejecución se be privada por no tener el menor caudal y por ello a acordado ejecutar a concejal. Y a fin de que tenga efecto esa resolución acuerda Su Señoría que sacándose copia de todo se presente en el Real Consejo por medio del procurador pensionado Antonio Zarraluqui para pedir su confirmación. Así lo acordó Su Señoría firmó y en fe de ello yo el escribano.

Firman los regidores y el escribano.

MOVIMIENTO COOPERATIVO Y OBRAS SOCIALES – OLITE 1904-1927

RECUERDO A DON VICTORIANO FLAMARIQUE 1872-1946.

Ángel Jiménez Biurrun – Javier Corcín Ortigosa.

DON VICTORIANO FLAMARIQUE:

A comienzos del siglo pasado surge en Navarra un fenómeno digno de resaltar en el ámbito del cooperativismo y que se manifiesta con especial relieve y amplitud en Olite.

El promotor y artífice de este movimiento innovador fue Don Victoriano Flamarique, párroco de Santa María de Olite entre 1898 y 1927, beirense de nacimiento, aunque pronto se hizo merecedor de llamársele «el cura de Olite». Desarrolló celosamente el ministerio sacerdotal, sin separarlo de las actividades sociales. Decía: «el hombre está hecho de carne y alma y a ambas partes hay que atender al mismo tiempo». Realizó una labor sacerdotal muy intensa, acompañada siempre del ejemplo de la caridad y suma pobreza. Supo trabajar con buen entendimiento en la ya secular división de parroquias. Poseía unas cualidades excepcionales para la música, una fina sensibilidad artística y sobre todo una gran preocupación por elevar el nivel social, material y cultural de su ciudad.

Flamarique poseía una seria fundamentación doctrinal y conocía las iniciativas llevadas a cabo en el terreno Edificio Caja Ruralcooperativista y de obras sociales, tanto en España como en el extranjero. Estaba al tanto de la organización de las primeras Cajas Rurales Raiffeisen creadas en Zamora por Luis Chaves y se formó en la Escuela Social de Valencia, fundada y dirigida por el jesuita P. Vicent. También conocía los modelos experimentados en diversos países de Europa sobre el cooperativismo agrario, referentes a cooperativas de distribución y consumo, cooperativas de suministros, maquinaria y transformación y venta de productos del campo, y fundamentalmente las Caja Rurales del sistema Raiffeisen o cooperativas de ahorro y préstamos.

Esta labor cooperativista estaba impulsada desde la Encíclica Rerum Novarum de León XIII, que exhortaba a los sacerdotes a un compromiso social con los más necesitados. En Navarra cuenta con el valioso apoyo del sociólogo Don Antonino Yoldi, profesor del Seminario, de numerosos párrocos rurales y el respaldo del Obispo de Pamplona Fray José López de Mendoza.

Este hombre tenaz, trabajador, apasionado, entregado, convencido de sus obras y con clara visión de futuro, conoce bien los males y necesidades de Olite. Encarnado en la realidad de los hombres de su ciudad, simpatiza con sus problemas: la usura, la explotación de los más débiles al verse obligados a vender con premura las cosechas de trigo y de uva, la falta de utilización de maquinaria y de abonos, la escasez de tierras de cultivo, la ignorancia, etc. Esta miseria y desprotección de la clase baja es lo que lleva a Flamarique a buscar soluciones dentro del cooperativismo, abrigando la idea de una cooperativización total de Olite. Idea que es acariciada por Flamarique y a la que dan tanta importancia los observadores y publicistas españoles y extranjeros que visitan Olite en esta época.

La tarea no era fácil teniendo en cuenta que brotaba de la nada, sin una experiencia consolidada y expuesta a la reacción agresiva de otros sectores interesados en mantener sus privilegios y en la no elevación del agricultor. Aportó su visión avanzada de los problemas del campo, que no se resuelven afrontando un solo aspecto, sino que necesitan una solución global. Y lejos de caer en soluciones fáciles y de carácter benéfico, proyecta verdaderas empresas económicas respaldadas por la Caja Rural, fundamental instrumento económico al servicio de la empresa cooperativa.

Bastante se ha hablado y escrito sobre la fundación de la primera Caja Rural y bodega cooperativa de Olite, pero ahí no quedó todo, sino que el proyecto fue mucho más ambicioso y en pocos años fueron haciéndose realidad una serie de obras sociales que elevaron el bienestar económico y cultural de la ciudad. Desde febrero de 1904, en que se inició la obra social con el establecimiento de la Caja Rural, hasta el año 1926 que desapareció la misma, se crearon en Olite las siguientes instituciones perfectamente organizadas: Secciones de ahorro y préstamo, Cooperativa de abonos, Harinera Navarra, Electra-Caja Rural, Círculo de instrucciones y recreo, Bodega Cooperativa, Panadería, Fábrica de Alcoholes, Trilladora sindical, Patronato escolar femenino, Cine Dominical, Caja Infantil y Caja Dotal.

Lo primero que promovió fue la Caja Rural (10-1-1904), ya que era preciso contener el perjudicial transvase del dinero del campo hacia la ciudad y poner fin al abuso de los prestamistas. Con la Caja Rural, Victoriano Flamarique combatía la usura y el caciquismo que ciertos pudientes ejercían en perjuicio del pobre, el cual ni redimía la deuda ni recobraba su libertad individual por estar atado al acreedor, llegando a perder, en numerosas ocasiones, la tierra puesta en fianza, en hipoteca, por el préstamo. Su funcionamiento se basaba en el principio de responsabilidad ilimitada y solidaria de todos los socios.

Del éxito de la Sección de Ahorro, puede juzgarse con sólo tener idea de que el año de su fundación (1904), ingresaron en números redondos 28.000 pesetas y en 1919 quedó a favor de los impositores un saldo de 800.000 pesetas. En 1905 fueron 47.712 pesetas; en 1906, 41.278; en 1907, 64.581 … etc. Ésta fue la prueba más elocuente de que la Caja Rural cumplía los compromisos adquiridos con los impositores.

Pero Don Victoriano decía: «no estoy satisfecho del movimiento alcanzado por la Caja de ahorros, puesto que el capital impuesto no procede en su parte más principal de pequeños impositores, sino de personas de desahogada posición; y nuestro deseo y el fin de las Cajas Populares es crear y fomentar hábitos de ahorro y economía en los «niños» y en los hombres de baja posición. Más valor se concede en la escuela del catolicismo social a 20 imposiciones de peseta cada una, que a una sola imposición de 20 pesetas; porque las primeras suponen mayor esfuerzo que la segunda, en el orden económico familiar». Sacerdote siempre, temía que lo económico llevara al materialismo.

El préstamo, primera consecuencia ventajosa del ahorro, resolvía a los agricultores modestos el gravísimo problema del crédito agrícola. Para realizar los préstamos se tenía en cuenta las siguientes condiciones:

  1. El préstamo se otorgaba a un módico interés y así podía ser útil al agricultor.
  2. Se concedía con los menores trámites y formalidades posibles, de manera que sin viajes, sin escrituras, sin gasto alguno, resolviese el agricultor sus dificultades.
  3. El plazo de los préstamos se acomodaba a la naturaleza del objeto que se proponía el agricultor que lo deseaba.

La Cooperativa de Abonos resolvió al agricultor otro grave problema: el de la compra en condiciones económicas y con absoluta seguridad en las condiciones de los abonos. Los agricultores estaban siendo víctimas de un comercio de mala fe. Ellos mismos lograron saber comprar mejor género y más barato.

El año 1904, la Caja Rural organizó la Cooperativa para la compra de abonos, adquiriendo el primer año 8 vagones para socios, con garantía de análisis y peseta y media más barato que el precio del comercio en los 100 kilos. Para el segundo año se unió a la Caja de Olite la Caja de Larraga y se contrataron 28 vagones que vendían 25 céntimos más barato que el adquirido por la Diputación. El año 1906 se contrataron 101 vagones para 25 cajas. El año 1907 fueron 32 cajas federadas y contrataron 340 vagones. El año 1908 fue el mayor pedido, se asociaron a la de Olite 40 cajas y se compraron 534 vagones de superfosfato, que pasaba del millón de pesetas. Respondía a las casas proveedoras la Caja Rural de Olite. El año 1909 concursó la Caja de Estella; aun así vinieron a Olite 25 Cajas que contrataron 202 vagones. En el año 1910 se fundó la Federación Católico-Social Navarra y la Caja de Olite dejó de actuar como centro, ingresando todas ellas en la Federación.

Por fuentes de la época, en 1907 Navarra era una de las 11 provincias que habían tenido buena cosecha, resaltando «que ha obtenido un producto de sus tierras superior al necesario para el consumo, debido principalmente al empleo de materias fertilizantes».

La Harinera Navarra fue fundada el 1 de mayo de 1908 por las cuatro cajas federadas de Olite, San Martín de Unx, Ujué y Pueyo, con un capital de 165.000 pesetas. Al abrigo de la Harinera nació la panadería que abastecía de pan al pueblo a precios más económicos que las demás. El edificio de la Harinera disponía de locales donde Flamarique enseñaba a leer y escribir a adultos.

La Electra-Caja Rural se fundó en 1909 y desde 1910 empezó a funcionar, sirviendo la luz a domicilio con tarifas desconocidas en España por su bajo precio. A pesar de ello pudo adquirir una central en la Foz de Lumbier que costó 150.000 pesetas. Volvió a construir otra en Gallipienzo que valía 400.000 pesetas, inaugurándose con gran solemnidad el 6 de marzo de 1920. Además de mover la fábrica de harinas, facilitaba alumbrado a dicho pueblo y a los de Olite, San Martín de Unx y Ujué.

El mismo año que la Electra (1909), se organizó el Círculo Católico, que tanta aceptación tuvo entre los vecinos, ya que llegó a pasar de los 500 socios. El edificio social, situado en la carretera Zaragoza, tenía dos cocinas, una sala de café, un salón de billar, una biblioteca, una sala de lecturas y un salón de actos. Los locales del Círculo fueron un foco de cultura, desarrollando regularmente gran número de actividades: conferencias, cine dominical, representaciones teatrales y de zarzuelas, clases para adultos, etc.

Otro vehículo de cultura y formación fue la publicación quincenal de «El Olitense», editado entre 1915 y 1925, órgano de difusión de las obras sociales.

En 1918 se adquirió una fábrica de aguardientes.  Bodega

La Bodega Cooperativa Olitense fue la principal realización y a la vez la más significativa, al ser la primera bodega cooperativa de Navarra. Se inauguró el 28 de mayo de 1911 con 140 socios. Estaba situada en la planta baja del espléndido «Edificio Social» situado en la rúa Romana. Los primeros años fueron difíciles y triunfales al mismo tiempo. Nuevos socios, nuevas instalaciones, entusiasmo y buen hacer. La bodega construida en 1911 resultaba insuficiente y se realiza una ampliación en 1918 con 52 nuevos depósitos de cemento para 200.000 decalitros de vino. El importe ascendía a 800.000 pesetas, aproximadamente una tercera parte correspondía a fondos de la bodega y el resto a un préstamo de la Caja Rural. En el ejercicio de 1918 recibió de los socios cerca de 2 millones de kilos de uva. El 10% de la cosecha se dejaba para amortización de la bodega.

La Sociedad del Sindicato de Labradores, que era de los ricos, viendo que se quedaba a la zaga de la Caja, el año 1913 se convirtió en cooperativa, con el nombre de Cosecheros Reunidos, siendo la segunda bodega cooperativa de Navarra.

La Bodega Cooperativa, buscando nuevos mercados de vino, vende una partida de vino a Cuba en 1921. Sin pagarlo el comerciante, vuelve a realizar otro pedido. Después de discutirlo se le vuelve a mandar el pedido. Tampoco paga esta segunda vez. Esto ocasiona un revuelo entre los socios e impositores a corto plazo. Ante semejante situación se vende la primera fase de la bodega, dentro de la cual están el salón de actos, el café, la biblioteca y el Centro Católico de Obreros. En la primera subasta no se la quedó nadie. En la segunda se pagaron 135.000 pesetas. La segunda fase de la bodega permaneció en manos de varios socios, que funcionaron como junta liquidadora hasta 1940, sacando a flote el proyecto y abriendo de nuevo como cooperativa en 1941.

La crisis surgida en la bodega cooperativa y los posteriores conflictos dieron lugar a la desaparición de la Caja Rural y con ella las obras sociales que habían nacido bajo su amparo.

Los ataques desde sectores conservadores provinciales que veían afectados sus intereses, de los ricos liberales de Olite que siempre estuvieron activamente en contra, los fallos de gestión y la deserción, en última hora, de los que sólo saben estar a las maduras, tiraron por tierra esta importante realización cooperativista que supo ser modelo para el resto de Navarra y España, y conocida y apreciada fuera de nuestras fronteras.

Sus obras supusieron una dinamización de la vida olitense, tanto en el aspecto cultural como en el social y aunque fracasaron, el salto hacia adelante estaba dado y el espíritu cooperativista que él supo inyectar no ha muerto.

Sirvan estas palabras de recuerdo y homenaje a Don Victoriano Flamarique y a cuantos secundaron su iniciativa, así como a los solidarios y nobles fines por los que lucharon.

  • Nació el 12 de enero de 1872 en Beire.
  • Estudio en el Seminario Conciliar de Pamplona.
  • Ordenado sacerdote en 1895.
  • Ejerció el sacerdocio en Mañeru y Lezáun.
  • Párroco en Santa María de Olite entre 1898 y 1927.
  • 1904 funda la primera Caja Rural en Olite.
  • 1907 participa en la Semana Social de Valencia.
  • 1911 funda la Bodega Cooperativa Olitense.
  • 1912 participa en la VI Semana Social en Pamplona.
  • 1927 marcha a Tarazona como canónigo de la catedral.
  • 1946 muere en Tarazona.

Bibliografía:

«Movimiento cooperativo y obras sociales de Olite (1904-1927)».
Cuadernos de Historia Local número 3 1996.
Asociación «El Chapitel» – Patronato Municipal de Cultura.
Ángel Jiménez Biurrun, Javier Corcín Ortigosa.

«Olite centro pionero del movimiento cooperativo católico-social de Navarra 1904 – 1927».
Actas I Congreso del Cooperativismo Español. Osuna 1999.
Fundación Garrido Tortosa.
Javier Corcín Ortigosa.

«El Cooperativismo en Navarra en el siglo XX».
Editorial Nueva Utopía Madrid 1996.
Jesús Equiza.

Bibliografía básica de Olite (tamaño 16 kb)